Mala frecuencia, falta de limpieza, paros, inseguridad, acoso, unidades sobrecargadas de gente. Las mujeres son las que más padecen los problemas del transporte público en la provincia. La razón parece sencilla: ellas son las que más usan los colectivos. Sin embargo, hay muchas otras cuestiones que ensanchan la brecha de género en este medio de movilidad.
La arquitecta Inés González Alvo, integrante del Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales de la FAU-UNT, ha realizado investigaciones que apoyan la hipótesis de que ellas son las que más sufren las cosas que no están bien en el transporte. Y tiene datos para demostrarlo. Por ejemplo, la encuesta “Origen y destino”, que se hizo en el área metropolitana. Allí se observa que el 50% de las mujeres utiliza el transporte público de pasajeros para movilizarse, mientras que solo un 32% de los hombres lo hace. Ellas son también las que más caminan y usan más taxis que los hombres.
“No tenía planeado investigar la perspectiva de género, pero es algo que salta todo el tiempo porque cada vez hay más desigualdades en cuanto al transporte. Las mujeres tienen mucho más problemas y menos acceso al vehículo privado. Un dato que confirma esto es que alrededor del 25% de las licencias de conducir que se emiten son para mujeres”, precisó.
Al desglosar esa información, también encontró que la brecha se profundiza según el nivel socioeconómico: en contexto de vulnerabilidad, solo el 13% de las mujeres tienen carnet de manejo.
Estos números, según González Alvo, reflejan una cuestión cultural bastante arraigada: que en los hogares la prioridad para la utilización de un vehículo familiar la tienen los hombres. Eso sucede pese a que ellas suelen hacerse cargo de los traslados de los hijos y de otros familiares que cuidan.
Carolina (35 años, maestra) cuenta que hay días que realiza hasta seis viajes, mientras que su esposo (trabaja en seguridad privada) hace dos. “Esta diferencia marca no sólo el uso intenso que hace la mujer de los medios de transporte, sino que deja en evidencia las tareas de cuidado que realizan: con los hijos (llevándolos a la escuela y a las actividades deportivas o recreativas). También por motivos de compras o trabajo, entre otras”, remarca la arquitecta.
El lado bueno de esto, según la profesional, es que ellas usan menos transportes contaminantes y caminan más, así que la huella de carbono en sus cuerpos es menor. Además, al movilizarse menos en motos (7% lo hace), las mujeres aparecen menos en las estadísticas de los heridos y fallecidos en accidentes con este tipo de vehículo.
Seguridad
González Alvo se detiene en un punto crítico relacionado al transporte y las mujeres: la seguridad. “Las mujeres sufren más la inseguridad en las paradas de colectivo, por ejemplo. Y también padecen por la percepción de inseguridad, y no es algo menor. El hecho de sentirse en peligro puede llegar a desarrollar hasta síntomas físicos”, detalla.
Hay mujeres, como por ejemplo cuenta María José Bali, que han tenido que han tenido que cambiar de trabajo o de estudio porque volvían muy tarde y era un riesgo. El trayecto hasta la parada, la espera y el recorrido son puntos de percepción de riesgo, admite Yanina Namen, que vuelve a su casa después de las 22, cuando terminan las clases de la carrera que cursa.
Algunos choferes, según cuenta, tienen la gentileza de detenerse en cualquier lugar, cuando la pasajera le pide. Pero no son la mayoría. La falta de iluminación en las paradas y la baja frecuencia con la que pasa el ómnibus después de las 22 influyen mucho en la percepción de inseguridad, apunta Bali.
Hay otro punto que aflige mucho a las pasajeras: el transporte público es, en el mundo, uno de los lugares donde las mujeres sufren más acoso. Una situación que muchas veces genera impotencia, e incluso vergüenza, entre quienes la sufren; y que hasta no hace mucho era desestimada o ignorada por las personas que la presenciaban. Según la línea de asistencia a las víctimas 22676 (ACOSO), casi la mitad de los hechos de acoso que se denuncian en el país ocurren en el transporte público.
“Sin dudas, la gran cantidad de usuarios en el transporte público facilita estas condiciones de violencia favoreciendo el anonimato del agresor”, remarca Verónica Trejo, que vive en Cebil Redondo y a diario va dos veces al centro en colectivo. “Tienen que mejorar la frecuencia y la limpieza de las unidades”, reclama. “También enseñar a los choferes a manejar: vamos amontonados, a toda velocidad y frenan de golpe... creo que las vacas viajan más cómodas en un camión”, compara María Inés Agüero.
Propuestas
¿Hay algo que se pueda hacer para mejorar la seguridad y el bienestar de la mujer, que es la mayor usuaria del transporte público?
Jorge Berretta de la Asociación de Empresarios del Transporte Automotor (Aetat) admitió que no hay un proyecto en vigencia que trate particularmente las cuestiones de género. Sí sostuvo que cuando reciben una denuncia por cuestiones de acoso que sufren pasajeras, en estos casos han actuado como corresponde, haciendo la denuncia en la justicia.
González Alvo sostiene que hay varias medidas que se pueden implementar para mejorar la situación de las mujeres en el transporte y que muchas de ellas ni siquiera implican inversión alguna. “Por ejemplo, un detalle mínimo son las paradas flexibles, especialmente de noche; esto es, que los choferes sean accesibles y permitan a las pasajeras descender lo más cerca de su casa, sin desviar el recorrido obviamente”, propone.
Otra alternativa: que haya más choferes mujeres. “Creo que habría más solidaridad y menos situaciones de acoso en estos casos. También sirven las aplicaciones con seguimientos de viaje, aunque no todas las unidades tienen GPS. En algunas provincias han puesto botones antipánico y sirvió. Hay casos como en México en los que para solucionar el problema de los acosadores en el transporte público se pusieron en funcionamiento vagones de uso exclusivo para mujeres”, enumera la arquitecta.
Controlar la capacidad de pasajeros en las unidades sería fundamental, proponen las mujeres consultadas para esta nota. Y que haya carteles en todos los ómnibus de todas líneas, que hablen sobre la prevención del acoso. Hace dos años, por ejemplo, la línea 19 lanzó una campaña para concientizar a sus usuarios el acoso. Los carteles ubicados detrás del chofer decían: “Si alguien te está acosando o molestando, no dudes en gritar. No estás sola. Yo te voy a ayudar”.
“En general, no hay una planificación de movilidad que tenga en cuenta la mujer. Lo mismo ocurre cuando pensamos las ciudades. Históricamente, las ciudades y las políticas públicas estuvieron diseñadas por hombres. Cuando pensás la ciudad con perspectiva de género, te das cuenta de que mujeres, niños, adultos mayores y discapacitados suelen quedar excluidos”, concluyó la investigadora.